Hablando de ellas, ellos ...

Reportaje literario a Luis Hernández “Más allá de la poesía 

La primera vez que escuché de Luis Hernández, más conocido como Luchito, campeón de peso welter, me dijeron que era médico y poeta. 

Él escribe poemas y regala sus versos. Me gustó la idea de regalar versos, pero ¿de un médico? Y en cada verso regalaba su corazón. Entonces dije vamos a conocerlo. Debe ser alguien interesante. Luis Hernández Camarero, nació en Lima el 18 de enero de 1941, fue médico, poeta, soñador, hijo, hermano, amigo. Sus versos juegan en la soledad de una noche y estallan con luces como la risa de un niño. “MI primer amor fue la música/Mi segundo amor fue el amor/A la música. Mi tercer amor/ fue triste y feliz” (Romero Tassara, 2008, p.63) Escribió poemas a la música, al amor, a la nostalgia, a la soledad, a la melancolía, a la física, las estrellas, la astronomía, la medicina, la pintura, las matemáticas, lo imposible lo hizo posible. 

Publicó en vida tres poemarios: Orilla (1961), Charlie Melnik (1962), y Las Constelaciones (1965), pero su obra poética ha continuado creciendo desde su muerte gracias a la multitud de versos aparecidos en cuadernos confeccionados por él mismo, o en diversos materiales como servilletas, cartones, partituras, discos, fotografías o libros, todos ellos escritos a mano con una caligrafía su voz poética única. Esta actitud casi marginal de regalar versos ha generado una leyenda urbana en torno suyo, ¿porque se negó a publicar más libros y se dedicó a llenar cuadernos que regalaba a sus amigos y desconocidos? 

Uno de sus biógrafos Rafael Romero en la "Armonía de H" nos dice de su libro prima la belleza de los versos, de las artes, pero con trazos de crítica social. Concluyo la carrera de medicina y psicología, al recibirse de médico, decide poner su consultorio como médico de barrio en Breña, barrio populoso en el centro de Lima, en un garaje de su amigo Reynaldo Arenas, donde la mayoría de veces no cobraba por las consultas. El poeta Luis La Hoz, editor y promotor cultural, recuerda: Sus llantas, el estetoscopio colgado de un clavo. Amaba la Medicina, a veces no recetaba nada a sus pacientes, sólo conversaba con ellos... (Lindo, 2000: 45-46). A inicios de 1970, Luis se recluye en su casa con dolores físicos y psíquicos, y se mantiene distante de su familia y amigos. 

En 1977 viaja a Buenos Aires, e ingresa en la Clínica García Badaracco, el 18 de junio del mismo año escribe a Betty Adler, su compañera y gran amor de su vida: “Oí tu voz. Y supe que siempre has estado a mi lado. Me olvidé de los feroces días. Recordé lo mucho que anduvimos y pensé, por primera vez en este encierro, que todo concluirá. Y que volveré -y volveremos- a ser felices” (Hernández, 1977). El 3 de octubre de 1977 muere en Argentina a los 35 años, bajo los rieles del tren, como un personaje de novela. 

En una de las pocas entrevistas realizadas a Luis Hernández por Alex Zisman, le pregunta. - Escribes poesía porque… 
- Porque es lo único, que hace que sufra menos. 





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